La rareza que ocasiones arriba los puertos silencios y sombríos de la mente, es aquel velero que no se espera y del cual no se tiene conocimiento alguno; es adentrarse a los caminos enlodados con ese olor a fango pero que son inquietantes como la misma vida, seres tan llenos de nada y a su vez tan llenos de todo, con los vacíos extraños de explicar, solo se sienten pero no se dejan entender, se ocasiona una rara excavación en el pasado inquietante ya que por mas lejos que fue, repercuta en nuestro presente ahondamos en el cinismo constante ese que formamos como escudos tal cual muralla, resultando ser lo único para cada ente; ese deseoso de compañía y afecto, la brisa que acaricia es una cortante navaja tocando la piel, la melancolía no es una opción es fragmento de cada quien.
Tan solo un beso, el primer contacto físico de los cuerpos fervientes, cuyos interiores son torrentes anhelantes de fuerza, sentir como cada poro por cual insignificante experimenta el jubilo de sentir, aquello despertante de vida, dulce como el agua refrescante en un tarde calurosa, la textura de los labios se encuentran con cada célula extraña pero hermosa en su receptor, aquel liquido suavizante entre los labios, permitiendo un danzar entre estos, para luego sentir el calor raro pero tenue en el cuerpo, cuyos pensamientos divagan en un sin numero de ideas intentando tener concentración por no revelar el llamado deseo del cuerpo, los besos no son efímeros son eternos.
Cerrar en la brevedad misma los parpados, generando el despertar absoluto de los sentidos dormidos, visualizar el silencio de la mente proporcionando alas imaginarias donde se divaga de frecuencia en frecuencia, fortalecer en un apretón de la espalda al torso la afinidad encontrada, manifestación de poder y deleite para ambos, protección tal vez, agrado mucho; perder el control de respirar para dar paso a suspiros esos cuyo trabajo es controlar lo inevitable, abrir de manera leve observando aquel rostro anhelado, cuyo momento pareciese durar tanto, reconociendo ser de alguien y ser parte de alguien, comprender lo experimentado y querer infinidad de ello.
Rompiendo la unión tal cual árbol arrancado de raíz, obteniendo Melancolía.