miércoles, 31 de julio de 2013

El Árbol y el Oni

Me falta valor, mencionaba un árbol, me falta valor, se entristecía día a día por no poder decirle a un Oni que le amaba, estaba muy lejos de este y en ocasiones sus largas ramas lastimaron aquel demonio, por ello constantemente el árbol llama a la brisa para que le susurrara en los oídos que le amaba, que por favor le perdonara, pero la brisa nunca le contaba al árbol lo que aquel Oni le respondía. El árbol se sentía cada vez mas solitario y desolado, solo deseaba verle y hablar con él, pero le faltaba constantemente valor para llamarle personalmente, para decirle Oye Oni nos vemos esta tarde cuando el sol empiece a caer, deseo conversar contigo, pero solo se quedaba en la imaginación de este árbol y continuamente mencionaba ¡Me falta valor!, me da temor ser un árbol burlado, temo que mis sentimientos sean un chiste para aquel Oni, solo deseo desde lo mas profundo de mis raíces que ese Oni me llame y podamos hablar, así mis ramas volverán a ser frondosas y no seré un árbol temeroso.

domingo, 28 de julio de 2013

Azul rojito.

Enternecernos con un caminar juntos, donde la brisa sea la que nos bese los labios, donde ella sea la que acaricie nuestros cuerpos, donde los poros se saluden entre si a la distancia, permitir caminar y solo ver vuestros rostros.
Andar por parajes donde el camino suministre moras silvestres, donde las vacas en sus rebaños nos observen con su miradas habituales, donde la temperatura del ambiente sea tan frió, que se permita ver la niebla.

Vamos, ¡te animas a caminar conmigo!.

sábado, 27 de julio de 2013

Arrecife ajeno.

A menudo el cerebro se encarga de revivir una y otra vez los momentos de felicidad, pero en ocasiones suele ser tan perjudicial para el cuerpo como beber mucho alcohol; las memorias internas juegan ese papel primordial de permitirnos avanzar en el camino o quedarnos estancando en un limbo intermitente de melancolía inadmisible, esa que se transforma en una dopaje agrio y cómodo para la mente misma, estar estancados en los sentimientos de antaño genera que seamos seres sin fuerza, hoy viví un paso adelante con esos recuerdos y los plasmare en un relato: 
El clima amaneció tan sofocante como siempre, pero fue extraño llegar las 10 de la mañana y notar una extraña y bella brisa que danzaba con la falda de una mujer ausente; toco el timbre dos veces y nadie respondió el llamado así que detallo el cielo y tomo asiento en un pequeño muro que estaba al frente de la casa, mientras pasaban los minutos se divertía cantando melodías en coreano y japonés, claramente no poseía el llamado oído musical, pero era divertido oírse cantar de tan peculiar forma, ella tenía conocimiento que el hombre de sus desvelos sentimentales  y un tanto cursis vendría a esa misma casa, observando a casi todas las personas que caminaban por aquella calle pasaba sus angustiosos minutos y al fin ve la figura de ese hombre acercándose a ella, su mirada se tornó en ojos saltones de temor, pero para beneficio de ella tenía puestas unas gafas de sol así que esa mirada no sería detallada, el extendió su mano y se apretaron muy suave, claramente ella estaba halada de la impresión y un tanto emoción, para variar llevaba una cerveza en su bolso y el muy amablemente la destapo, con la intención de beberla también, y eso fue bonito, compartir una cerveza juntos, hablar de temas apasionantes para él y de temas suaves para ella, pasarse la cerveza y degustar ese sabor a miel que tenía, no se sabe si ese hombre entiendo lo que significaba compartir esa bebida, pero se convirtieron en Nakamas, el año que estuvieron distantes se resumió en risas y sonrisas, la joven le pregunta:
¿Su merced porque cada vez que me veía agachabas la mirada?
A lo que él responde:
Por la misma razón que usted…
Para ella la razón era que lo ama y le dolía verle distante a ella, se pregunta mentalmente será que también me ama, pero solo se limita a sonreírle y decirle no creo que sea la misma razón.
De repente llega una amiga en común y muy apreciada para la joven, entran la casa y él se dispone hacer un dibujo el cual es sumamente bello, es la diosa de la luna japonesa  Tsukuyomi;  él es aplicado con el lápiz y el papel, pero para hacer flores no tiene ese mismo don, ya que dibujando un pétalo de sakura lo transformo en un frijol lo cual fue muy divertido en su momento. Los minutos pasaban mientas ella estaba sentada en una banca viéndole dibujar, observando su ancha espalda, sus brazos musculosos y su trasero pequeño, ella era feliz, la amiga de ambos realizo el almuerzo y muy estratégicamente los acomodo juntos, la chica de falda larga creía que se intimidaría por ello, pero no fue así disfruto estar al lado de él, charlaron y rieron por pendejadas de color rosa; la tarde seguía andando y el miraba ahora como ella dibujaba las flores, pero obviamente solo miraba el trasero de ella que estaba muy grande y bonito, fue muy intimidante, yo creo que para ellos dos tornaba el temor por hablar de las remembranzas del pasado, ella deseaba abrazarlo y besarle, pero era consiente que eso podría enfadar o confundirlo.
Al despedirse de la amiga hermosa de ambos, caminaron a tomar el transporte y fue muy mágico la brisa no dejaba de saludarlos y acariciarlos, sus pasos eran lentos y ella sonreía mucho, el miraba el cielo manifestando que la brisa estaba sabrosa, para ella caminar al lado de él fue reconfortante, los temas hablados en ese momento se transformaron en preguntas, él cuestiona:
¿Y que vas hacer ahora que se graduó?
Ella le mira y sonriendo le contesta, intento aprender coreano para postularme a una beca internacional, realizar una maestría en el país vecino e irme de mochilera por el país, a lo que el le interrumpe mencionando, ¡Yo también tengo ese deseo!, ella por dentro de sí deseaba decirle, ¡Vámonos juntos y cumplamos ese sueño que una tarde de brisa de palmas y nubes grises acordamos, de conocer pueblos y lugares bonitos juntos!, pero como es habitual en esos momentos calla y cambia el tema. Llegan al lugar donde deben tomar el transporte y él extiende la mano y se dan un leve apretón, se desean ánimos y suerte y él toma primero la buseta, ella sonríe y le ve partir, le hubiese gustado regalarle un caluroso abrazo, pero fue así.

El relato termina con un toque de sueños y efecto placebo para ella, ahora el cerebro se juega una encrucijada en no almacenar los recuerdos de aquella tarde,  o tal vez si pero con la condición de que solo sean apreciados como los recuerdos de una tarde entre nakamas.